domingo, 26 de junio de 2011

And the winner is...

aplatanar.
(De plátano).
1. tr. Causar indolencia o restar actividad a alguien.
2. prnl. Entregarse a la indolencia o inactividad, en especial por influjo del ambiente o clima tropicales.

Supongo que quien inventó este tropical verbo nunca tuvo la oportunidad de comprar plátanos en el hiperespacio, donde podrían usarse para cascar nueces, ya que en tal caso su significado habría sido otro: Adquirir una alta dureza y resistencia, de manera que el sujeto referido podrá ser utilizado como elemento percutor en diversas tareas como, por ejemplo, el apaleamiento de indignados en la Plaza de Catalunya.

Sea como fuere, y en cualquiera de sus significados, he de decir que el calor me aplatana, ya sea al ver subir el mercurio en los termómetros, o al ver menguar la longitud de algunas faldas. Y cuando me aplatano, no debería ver cortos, porque me vuelvo un ser tolerante y necesitado de cariño, inofensivo.

Mal día elegí para volver a ver cortos... o tal vez no. También cabe la posibilidad de que no sea problema del calor, sino del lugar por el que he empezado: los cortos españoles que han sido nominados a los Oscars.
Algo fácil, ya que, por desgracia para aquellos poseedores del gen del orgullo patrio, la lista es corta, muy corta. Vamos por orden cronológico:

ESPOSADOS, de Juan Carlos Fresnadillo (1997)
Esta especide de cruce entre el cine de Berlanga y el de Hitchcock es, para mi gusto, el más flojo de todos nuestros nominados. Para empezar, un corto largo, demasiado largo. Y con un guión decorado con varias inconsistencias, y un final previsible. Si hubiese sido más corto, tal vez no me habría dado tiempo a pensar en esas cosas, pero se diría que a Fresnadillo le regalaron kilómetros de película con la única condición de gastarlos.

Y volviendo a las inconsistencias del guión, digo yo:
- ¿En que el sorteo de lotería de Navidad se jugaba Anabel los cuartos para que, con un solo décimo premiado, le diese para comprar un adosado, y llenar de dinero la caja fuerte? Porque me temo que los premios que reparten los niños de San Ildefonso no dan para tanto.
- Teniendo en cuenta que el agujero de la palmera está en el jardín, y que ya ha conseguido la clave de la caja fuerte... ¿porqué sube a su mujer al segundo piso? ¿Para no sentirse solo? ¿O es que va a esperar hasta que el agujero se haga navegable, gracias a la tormenta, para entonces hacer balconing con su mujer sobre la improvisada piscina, cual turista beodo en un hotel de la costa mediterranea?



7:35h DE LA MAÑANA, de Nacho Vigalondo (2005)
He de reconocerlo: siempre he sentido una especial debilidad por este corto. Será por ver a un friki, será porque cantan, será por ser un thriller, será porque bailan... Una combinación magistral, y hasta única diría, de comedia negra, musical, thriller y flashmob (cuando todavía ni siquiera conociamos de su existencia). Y es que este corto me hizó dos revelaciones vitales: la primera, que con inspiración y buenos ingredientes, uno se puede atrever a realizar combinaciones imposibles sin miedo. O lo que es lo mismo: la antítesis de la ensaladilla rusa del Bar Sevilla. La segunda, que hay vida exterior (lease, en la calle) antes de las 10 de la mañana.

Una lástima que este trovador del mundo friki llamado Vigalondo haya dilapidado después todo mi respeto cantando en varios sketches y campañas comerciales, parodiandose una y otra vez hasta el aburrimiento... pero no me gusta hacer leña del arbol caido. Yo soy más de mear en los arbustos.



ERAMOS POCOS, de Borja Cobeaga (2007)
Y, en el año 2007, Hollywood descubrió, por partida doble, que en España también conociamos el technicolor. Y que si se ruedan cortos en blanco y negro, es simplemente por esnobismo (término usado con frecuencia por los envidiosos para referirse a la originalidad) y no por falta de recursos.
Como el Notodofilmfest me ha enseñado, frikis y ancianos son un valor seguro a la hora de triunfar con un corto, así que algo bueno tenía que salir al combinar ambos con acierto.

Tal vez Borja solo pretendiese hacer un simple sketch, o convercernos de la necesidad de marcar los ancianos con un chip, cual si de mascotas se tratase, pero lo cierto es que la anécdota final, además de efectivo giro de guión, es capaz de sintetizar de manera brillante algunos de los males de nuestra sociedad.



BINTA Y LA GRAN IDEA, de Javier Fesser (2007)
A pesar de disfrutar vilipendiando a Javier Fesser como miembro del Jurado del notodofilmfest, o como imitador de la estética y estilo de Delicatessen en sus primeros trabajos, a la vez soy capaz de reconocer sus méritos como fundador del notodo, o como director de este corto. Diré además en defensa de este cuasi mediometraje que no se me ha hecho nada largo, a pesar de sus casi 30 minutos. Eso si, no puedo evitar que su esencia me recuerde mucho a "Los Dioses deben de estar locos".

Pero hoy no tengo ganas de ser quisquilloso por ese tipo de detalles. Al fin y al cabo, que "Casablanca" y "Tener y no Tener" sean tan parecidas, o "Con la Muerte en los Talones" y "39 Escalones", nunca me ha impedido amar a todas ellas por igual. Y por supuesto aquí no estamos hablando de tanto parecido... ni de tanta calidad, claro (si es que al final lo tengo que decir todo).


Binta y la gran idea from dburgui on Vimeo.

LA DAMA Y LA MUERTE, de Javier Recio
Si eres capaz de superar con exito el trauma de 45 segundos de títulos de credito, con el reto añadido de encontrar a Antonio Banderas como productor, además de un lento comienzo, podrás disfrutar de un buen corto de animación. Una aventura de corte clásico, llena de golpes y persecuciones al más puro estilo Tom y Jerry, pero con unos originales protagonistas.

Ahora bien: si lo comparas con el corto Oktapodi (corto de animación francés nominado a los Oscar en el 2007 que se puede ver en Youtube), llegas a la conclusión de que a nuestro único nominado en la categoría de animación le pasa como a Bardem en "No es Pais para Viejos": un poco de tijeras le habría sentado estupendamente.

jueves, 23 de junio de 2011

Vuelta a empezar

Sin que sirva de precedente, me dispongo a cumplir mi palabra, y volver a hablar de cortos. Mi madre, tan adicta al refranero ella como Silvia Saint a las lavativas, desafiaría la lógica matemática diciendo que a la tercera va la vencida. La realidad es que, conseguida la muerte cerebral de este blog, expresada en términos de encefalograma plano de visitas durante la última semana, ya no encuentro motivo para seguir castigando la mandibula mental del único visitante que queda, que no es otro que uno mismo.

Así que... ¿por dónde empezar? En un ataque de originalidad y sentido común, decido retomar mi viaje allá donde me detuve: buscando un festival de cortos online que echarme al estomago.

Pero los festivales de cortos online son como los políticos honrados: escasos, dificiles de encontrar y duran poco en activo... o mueren jovenes.
Y así, sin buscarlo, me topo con otra de las paradojas de la vida: en un mundo cada vez más globalizado y tecnificado, los festivales de cortos locales florecen como si de candidatos a participar en Operación Triunfo se tratasen, y con los más variopintos hilos conductores.
No hay pueblo en este pais que se precie que no tenga su escandalo de corrupción política, su fiesta popular con maltrato animal incluido, y su festival de cortos. (El día que funde mi propio pueblo, prometo ser fiel a estas reglas con tan solo unas mínimas variaciones: festival de cortos... porno, maltrato político y corrupción animal).

Y te encuentras con cortos que, si tienen un mínimo de calidad o caen en gracia, van saltando de festival en festival, durante años, para que los vean unas decenas de personas en cada uno de ellos, y acumulando premios, en un efecto de bola de nieve.
Cuantos más premios acumula un corto, más obligación hay de premiarlo... si los de Villarriba le han dado un premio a este corto, no vamos a ser menos los de Villabajo, parecen decirse a si mismos los habitantes del pueblo de turno con infulas de convertirse en el Cannes español. Así hasta desarrollar una enfermiza simbiosis en la que ya no se sabe quien da prestigio a quien: Si el festival al corto por premiarlo, o el corto al festival por participar, dejarse premiar, y así tener la oportunidad de aparecer en la vitrina virtual de trofeos del corto, junto a festivales más prestigiosos. El mundo al revés.

¿Que sentido tiene darle 100 premios a un corto? ¿Que sentido tiene que los cortos no se exhiban comercialmente ni en cines ni en la TV, por falta de interés del público, y al mismo tiempo se racione su visionado por internet hasta no completar su eterno periplo por los festivales? ¿Es culpa de que festivales, regidos por reglas anacrónicas? ¿O es culpa de los cortos, que intentar elevar su prestigio siendo solo visibles en los festivales? ¿Que es mejor: que haya cientos de festivales, con premios menores a espaldas del gran público, o solo unos pocos, con buenos premios y repercusión mediatica?

Puf... Tanta pregunta existencial me ha levantado dolor de cabeza. Si me gustase pensar, en lugar de dedicarme a desplumar jupies pijos jugando al ciberpoker, borracho de Red Bull, habría consagrado mi vida a resolver sesudas cuestiones como el origen del universo, o a refinar la teoría de cuerdas.

Así que mejor volvamos a mi busqueda de festivales online. Y como uno es de memoria frágil, he decidido hacer una lista con mis descubrimientos festivaleros. Ordenadito que es uno... Por si alguien no lo sabe, el mundo friki nos dividimos básicamente en dos grandes familias: de un lado, los desordenados, tipo Chema en Tésis. Individuos capaces de guardar unos calzoncillos dentro de una caja de pizza o apilar juntos sin orden ni concierto comics y Penthouses. Del otro lado, los ordenados. Los que clasificamos la comida dentro de las bolsas en la cinta del supermercado, ordenamos nuestra colección de películas porno por productora, año y título, y la ropa en el armario por colores. Está claro que yo soy de los segundos... así que aquí va mi corta lista de festivales online.

viernes, 17 de junio de 2011

iDiotez

Cada vez que escribo una entrada sobre el hiperespacio, pierdo un lector. Eso, más o menos, es lo que entre lineas vino a decir mi madre cuando descubrió que había vuelto a hacerme al cibermonte.
Pues claro, mamá, de eso se trata. Si lo que escribo tuviese tirón, en lugar del monte, esto parecería el bosque de Sherwood, lleno de proscritos, y a mi no me quedaría otro remedio que ser Robin Hood. Pero mi educación judeo-cristiana me impide saltar de albol en arbol haciendo piruetas sin sentir un poco de vergüenza, y mi dieta no-mediterranea me impide lucir unos llamativos leotardos verdes con el desparpajo de Errol Flynn... ¿O era al revés? En cualquiera de los casos, mi porte me situa más cerca del fornido Goliath que de ese revenido Crispín sajón.

Aún así, y en un momento de debilidad, fruto sin duda del mono de Red Bull, hago propósito de enmienda y me prometo a mi mismo varias cosas: no volver a escribir en el blog hasta encontrar un nuevo festival online sobre el que descargar mi exceso de acidez, no pensar en la necesidad de la eutanasia activa y programada cada vez que me encuentro a Pajares en la tele y ya puestos, no sentir un hormigueo en el estómago cada vez que la princesa Amidala se quita el uniforme.
Pero la carne es débil (además de vasta, en mi caso)... y el vicio fuerte, sobretodo cuando el hiperespacio entero se conjura para ponerte provocaciones en cada esquina. Porque así de peligrosa es la vida en el hiperespacio. Tú vas tan tranquilo por tu camino, pensando en que tipo de carrito te tocará en suerte ese día - uno de los que solo dan vueltas sobre si mismos, o de esos otros que tienen el fondo empapelado con folletos de promoción de cuando todavía se usaban las pesetas - y de repente la provocación se planta enfrente de ti y te cierra el paso: "iToallitas en oferta", reza un cartel gigantesco sobre una pirámide de toallitas para bebés.

¿iToallitas????? ¡Por favor!!! paren un momento el mundo, que esto necesito que me lo expliquen con un poco de calma:
- ¿Han sido diseñadas estas toallitas por la firma de Cupertino? (Aquellos no-lectores que posean un ipod y no sepan que es Cupertino, que sepan que son una vergüenza para su comunidad, los mac-eros, quienes los considerarán unos advenedizos, sujetos al capricho de las modas). ¿Son acaso el último producto de la familia, y serán presentadas por Steve Jobs en su próximo evento a los medios? ¿Veremos al preclaro Jobs hacernos una demostración de uso de las mismas?
- ¿Dispondrán o no de puerto USB? ¿Y soporte Flash? No pregunto por la ranura de tarjetas de memoria, porque eso está claro que ese elemento viene pre-instalado de serie en el hardware del usuario.
- ¿Se podrá entonces descargar por Wifi los últimos éxitos musicales de Operación Triunfo del iTunes y almacenarlos, para después permitir al usuario el gustazo de limpiarse la ranura de tarjetas de memoria con ellos?

Preferiría ignorar que podemos estar simplemente ante el enésimo despropósito de algunas brillantes mentes del marketing. Porque, de ser así, que será lo siguiente: ¿iPañales? ¿iCalamares?. ¿Deberían de haber sido iNdignados en lugar de simples indignados?
Hace unos cuantos años ya nos atacó la moda de lo Bio y lo Eco. Y de aquellos barros todavía nos quedan algunos eco-lodos, como el Ecoasfalt y la Bayeta Ecológica (al menos hemos logrado superar los apretones publicitarios de José Coronado). Luego llegó el eCommerce, el eHealth, eLearning, eMoción... y a este paso, antes de terminar la década, el marketing habrá terminado con todas las vocales del abecedario.

viernes, 10 de junio de 2011

HiperSensible

Las revoluciones son como la comida rápida: en cuanto se enfria, huele mal, y no hay quien se la trage... con esa reflexión tan profunda, digna de un guionista de late night televisivo, arranca mi primo Gerardito la última entrada en su exitoso blog.

Por un instante me planteo contraatacar con mi blog, y pelear por lo que nunca ha sido mio, el favor del circulo familiar, pero por suerte ese arrebato de lucha se me pasa rápidamente. Al fin y al cabo, siempre me ha gustado remar contra corriente, y escribir sobre el 15-M lo encuentro igual de fascinante que hacerlo sobre las tácticas de apareamiento de la lagartija ibicenca. Además, mi incapacidad para los números (casi igual de desarrollada que mi incapacidad para entender los sentimientos humanos) me impide retener más de tres cifras en memoria, y mi buffer ya se encuentra al límite con el 23-F, el 11-S y el 11-M.
Decido pues seguir el rumbo marcado, que no es otro que comprobar cuantos post sobre el hiperespacio son necesarios para terminar de borrar cualquier rastro de vida humana en este blog (me temo que la vida inteligente nos abandonó hace ya un tiempo).

El hiperespacio nos iguala a todos. Antes era necesario morirse para vivir tan democrático acontecimiento pero ahora, gracias al progreso, tan singular hecho se produce una vez por semana (o cada quince dias, dependiendo del número de armarios debajo de la encimera). Pijos de toda la vida, jubilados, pijos de nuevo cuño, indignados, góticos, emigrantes, funcionarios, modernos, argentinos y parados compiten en igualdad de condiciones por los últimos litros de aceite en oferta, o hacen cola para comprar una baguette de manera tan ordenada y respetuosa como esperarían su turno para subirse en la barca de Caronte. ¿Quién sino los fundadores de la Liberté, Egualité y Fraternité, podian haber sido los impulsores de semejante parque temático dedicado a la democracia?

Sin embargo, he de reconocer que no fue la necesidad de democracia real lo que me empujó cada semana al hiperespacio, sino la necesidad de comida real. Nunca olvidaré el día que el hiperespacio aterrizó en mi barrio, hace ya mucho tiempo.
Fue el día que los descubrimientos: mi madre descubrió que existían patatas fritas y croquetas congeladas, mi hermana descubrió que existían mallas y pintauñas a juego en más colores de los que nunca imaginaron en Tintalux, y mi estomago descubrió que, gracias a los congelados, si cerrabas los ojos no había manera de distinguir cuando comías patatas, croquetas... o un trozo de servilleta de papel que por error habías trinchado con el tenedor por hacer experimentos con los ojos cerrados. En realidad lo que habría constituido un descubrimiento extraordinario es encontrar un parque temático con buena comida, pero el hiperespacio no iba a ser una excepción a la regla.

Esa misma noche saqué dos importantes conclusiones. La primera, que si quería salvar mi entonces incipiente barriga, tenía que impedir por todos los medios que las croquetas y las patatas fritas caseras fuesen desterradas de esta casa. La segunda, que si no quedaba otro remedio que alimentarme de servilletas de papel, debía de evitar las de color azul si no quería sentirme cual pitufo cada vez que hiciese aguas mayores.

Y así y allí empezó la guerra a los congelados. En cuanto pude me ofrecí generosamente para realizar la compra semanal. Cualquier estudioso del arte de la guerra (o en su defecto, un fiel lector de las guerras clon) sabe que una de las máximas comunes a todo conflicto bélico es que quien controle la cadena de abastecimiento, gana la guerra. Y así ha sido. Al principio mi madre preguntaba por ellas, y yo me veía obligado a utilizar excusas variopintas, pero tras un tiempo, cayeron en el olvido. Ahora las patatas y croquetas congeladas y yo nos respetamos mutuamente. Ellas no entran en mi boca, y yo no me cago en ellas.

Lo cual me trae de nuevo a la memoria como termina mi primo Gerardito su última reflexión: las revoluciones son como con los restaurantes chinos. Solo recordamos aquellos que hicieron cagarnos patas abajo.